Can. 1143. § 1. El matrimonio contraído por dos
personas no bautizadas se disuelve por el privilegio paulino en favor de la fe
de la parte que ha recibido el bautismo, por el mismo hecho de que ésta
contraiga un nuevo matrimonio, con tal de que la parte no bautizada se separe.
§ 2. Se considera que la parte no bautizada se
separa, si no quiere cohabitar con la parte bautizada, o cohabitar
pacíficamente sin ofensa del Creador, a no ser que ésta, después de recibir el
bautismo, le hubiera dado un motivo justo para separarse.
Referencias bibliográficas:
El
privilegio paulino, así llamado, por tener su origen en el texto de 1Co 7,
12-15, supone la disolución automática del matrimonio contraído por dos
personas no bautizadas que se produce por el mismo hecho de que, habiéndose
bautizado uno de los cónyuges, éste contraiga posteriormente un nuevo
matrimonio, ante el rechazo de la parte no bautizada a continuar conviviendo
con el bautizado. En este supuesto, por tanto, la disolución del primer
matrimonio, siempre que se den las condiciones señaladas en la ley, sin
necesidad de acudir a la Sede Apostólica.
El
fundamento de este privilegio se encuentra en el favor de la fe en sentido
estricto, intentando salvaguardar la paz religiosa y la libertad espiritual de
aquella persona que, tras su conversión al cristianismo, se vea rechazado por
su cónyuge o le sea imposible convivir pacíficamente con éste, ante la
oposición del no bautizado a que el converso practique sus deberes religiosos.
En estos supuestos, la persona no queda atada por ese vínculo matrimonial en
principio válido, sino que se le permite que contraiga nuevo matrimonio con el
fin de proteger el valor superior de la fe y de salus animarum, ley suprema de la Iglesia, como recuerda el c.
1752.
Los
requisitos para la disolución de un matrimonio por el privilegio paulino vienen
explicitados en el c. 1143 y son los siguientes:
a)
Matrimonio de dos personas no bautizadas:
Únicamente podrá disolverse por privilegio paulino el matrimonio de dos
personas ciertamente no bautizadas, sin que quepa aplicar este privilegio en
caso de bautismo dudoso.
b)
Posterior recepción válida del Bautismo
por solo uno de los cónyuges: El bautismo debe ser recibido por uno solo de
los cónyuges, pues el fundamento de este privilegio es proteger la paz del
bautizado, aunque puede ser recibido en cualquier Iglesia o confesión cristiana
que administre válidamente el Bautismo, con independencia de que sea católica o
no. La aplicación de este privilegio exige la recepción efectiva del bautismo
por uno de los cónyuges, por lo que resulta insuficiente la mera conversión al
cristianismo.
c)
Separación o abandono, físico o moral,
por parte del cónyuge no bautizado: El último requisito es que la parte no
bautizada se oponga a seguir conviviendo con el bautizado y le abandone. Esta
separación debe ser imputable al cónyuge no bautizado, por lo que el c. 1143 §2
exige que la parte bautizada no haya dado motivo justo para la separación. No
obstante, la separación puede ser física —si el cónyuge rompe de hecho la cohabitación—
o moral, si el cónyuge no bautizado no quiere “cohabitar pacíficamente sin
ofensa del Creador”, es decir, su, aún no separándose, perturba continuamente
la paz familiar y la libertad religiosa del bautizado, impidiendo el desarrollo
normal de la convivencia conyugal y la práctica religiosa del converso.
Como
se ha indicado, en el privilegio paulino la disolución del primer matrimonio se
realiza en el mismo momento en que la parte bautizada contrae nuevo matrimonio,
siempre que se cumplan los requisitos anteriores. A diferencia de lo dispuesto
en la regulación codicial precedente, el bautizarlo puede contraer nuevo matrimonio
no sólo con persona católica, sino también con persona acatólica, esté o no bautizada,
siempre que exista causa grave y conceda previamente autorización el Ordinario del
lugar, observándose las prescripciones sobre los matrimonios mixtos.
En
cualquier caso, para autorizar la celebración del segundo matrimonio es preciso
que consten expresamente todos los requisitos anteriormente expuestos. Respecto
al requisito del abandono por parte del cónyuge no bautizado se obtendrá
constancia del mismo por medio de las interpelaciones, que vienen exigidas para
la validez del segundo matrimonio, aunque el Ordinario del lugar podrá dispensar
de ellas siempre que conste, al menos, por un procedimiento sumario y
extrajudicial, que no pueden hacerse o que resultarían inútiles (c. 1142 §2)
En
cuanto al modo de realizar esta interpelación, se hace habitualmente después
del bautismo, aunque el Ordinario puede permitir con causa grave que se haga
antes. La interpelación debe hacerse comúnmente en forma pública, aunque, si
ésta no es posible se considera igualmente válida y lícita la interpelación
realizada privadamente por el convertido a su cónyuge, siempre que conste
legítimamente en el fuero externo que se ha hecho dicha interpelación y cuál ha
sido su resultado.
El
objeto de la interpelación consiste en averiguar la intención del cónyuge no bautizado
respecto a la prosecución o no de una convivencia pacífica. A tenor del cn.1144
§1, deben hacerse dos preguntas a la parte no bautizada: si desea recibir el
bautismo, y si está dispuesta a cohabitar pacíficamente con la parte bautizada
sin ofensa del Creador.
Si
la parte no bautizada respondiera negativamente a ambas preguntas, podría la
parte bautizada contraer nuevo matrimonio en virtud del privilegio paulino; si,
por el contrario, la parte no bautizada estuviera dispuesta a bautizarse o a convivir
pacíficamente con el bautizado, respetando su-r libertad religiosa, no cabe
aplicar este privilegio. No obstante, también podría la parte bautizada
contraer nuevo matrimonio si, habiendo continuado la convivencia pacífica, posteriormente
la parte no bautizada se separa del bautizado sin causa justa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario