martes, 15 de enero de 2008

Algunas consideraciones para la organización de la catequesis parroquial

Algunas consideraciones para la organización de la catequesis parroquial
Pbro. Lic. Antonio Rella Ríos
Lección inaugural del año escolar 2006 – 2007 del Seminario San Pedro Apóstol.
4 de octubre de 2006

Sumario
I.- Catequesis. La catequesis en la pastoral de la parroquia. a) Naturaleza de la catequesis. b) La función de enseñar: los tria munera. c) La parroquia como uno de los lugares de la catequesis. d) Objetivos.
II.- Los actores de la catequesis. a) El Obispo. b) El Párroco. c) Los padres. d) Los catequistas.
III.- El contenido de la catequesis. a) Los cuatro pilares de la catequesis y los “ejes transversales. b) Características.
IV.- El Concilio Plenario de Venezuela. a) el modelo: íter catequético de los adultos. b) Los itinerarios catequísticos.
V.- Elementos a tomar en cuenta para organizar la catequesis parroquial. a) Una adecuada planificación. b) Formación de los catequistas. c) Formación o catequesis de los padres. d) Adecuación litúrgica.
VI.- Consideraciones finales.

El Ilmo. Sr. Rector me ha pedido que tenga esta lección inaugural en esta que es mi alma mater y de la que ahora me siento honrado de formar parte del cuerpo de profesores. Quisiera dedicar los próximos minutos a algunas consideraciones sobre la catequesis parroquial, tema que algunos de ustedes probablemente ha vivido o vivirán dentro de poco.

I.- Catequesis. La catequesis en la pastoral de la parroquia.
Normalmente cuando se habla de catequesis, la primera cosa que viene en mente es la Primera Comunión o la Confirmación. No es errado pero tampoco es correcto. Desde hace un buen tiempo, y con mayor fuerza desde la Catechesi Tradendae[1], ese concepto pasó a ser reductivo introduciéndose un concepto mucho más amplio[2].

a) Naturaleza de la catequesis.
La catequesis es un proceso de educación en la fe de los niños, jóvenes y adultos que comprende especialmente una enseñanza de la doctrina cristiana dada generalmente de modo orgánico y sistemático, con miras a iniciarlos, alimentarlos y enseñarlos, en la plenitud y madurez de la vida cristiana[3].
Según este modo de ver, propuesto por el Magisterio de la Iglesia, catequesis no solo es la preparación sacramental, sino toda enseñanza orgánica y sistemática, que tenga como finalidad ayudar al cristiano a alcanzar una mayor madurez en la fe en Cristo Jesús, no importa la edad, no importa la circunstancia.

b) La función de enseñar. Los tria munera.
La Tradición, el Magisterio, la ciencia teológica y canónica han distinguido los tria munera, es decir, los tres oficios o ministerios que el Señor Jesucristo confió a su Iglesia, especialmente a los pastores. Estos tria munera son: el munus regendi, el munus sanctificandi y el munus docendi.
Este último tiene un contenido muy preciso: la evangelización. Cuando se dice “evangelización” ha de entenderse el anuncio del kerigma y la catequesis, la investigación teológica y las ciencias religiosas. Es por ello que la catequesis no es algo sobreañadido a la naturaleza y misión de la Iglesia sino que forma parte de lo que Ella ha sido y es, y de lo que ha recibido[4].

c) La Parroquia como uno de los lugares de la catequesis.
Con el alargamiento conceptual de la catequesis, ella no se reduce solo al momento de la preparación sacramental sino que es una actividad que se desarrolla y se puede desarrollar a lo largo de toda la visa. En ese sentido, el Papa Juan Pablo II proponía el que se consideraran lugares para la catequesis, no entendido en sentido físico, como un local, sino diversas situaciones en las que se puede ofrecer a los fieles la oportunidad de madurar cada vez más su vida cristiana. La lista no es cerrada, antes bien, podrían ser tantos “lugares” cuantas sean las situaciones en las que se desenvuelve el fiel: peregrinaciones, círculos bíblicos, reuniones de comunidades eclesiales de base, grupos de jóvenes[5], parroquia, familia, escuela y movimientos[6].
La parroquia es el lugar privilegiado para la catequesis[7] y en ella no solo debe ofrecerse este ministerio sino que también debe formarse agentes y multiplicar lugares[8].

d) Objetivos de la catequesis.
1) Hacer madurar la fe inicial[9].
2) Educar al verdadero discípulo de Cristo por medio de un conocimiento más profundo y sistemático de la persona y del mensaje de Nuestro Señor Jesucristo[10].
3) El Papa Juan Pablo II habla de una finalidad específica: ser un período de enseñanza y madurez, es decir, el tiempo en que el cristiano, habiendo aceptado por la fe, la persona de Jesucristo como el solo Señor y habiendo prestado una adhesión global con la sincera conversión del corazón se esfuerce en conocer mejor a ese Jesús en cuyas manos se ha puesto[11].

II.- Los actores de la catequesis.
Citaré a continuación algunos textos donde la Iglesia establece cuáles son las obligaciones de los Obispos Diocesanos:
“Vigilen atentamente que se dé con todo cuidado a los niños, adolescentes, jóvenes e incluso a los adultos la instrucción catequética, que tiende a que la fe, ilustrada por la doctrina, se haga viva, explícita y activa en los hombres y que se enseñe con el orden debido y método conveniente, no sólo con respecto a la materia que se explica, sino también a la índole, facultades, edad y condiciones de vida de los oyentes, y que esta instrucción se fundamente en la Sagrada Escritura, Tradición, Liturgia, Magisterio y vida de la Iglesia.
Procuren, además, que los catequistas se preparen debidamente para la enseñanza, de suerte que conozcan totalmente la doctrina de la Iglesia y aprendan teórica y prácticamente las leyes psicológicas y las disciplinas pedagógicas.
Esfuércense también en restablecer o mejorar la instrucción de los catecúmenos adultos.” (Decreto Christus Dominus nº 14)

Can. 775 § 1. Observadas las prescripciones de la Sede Apostólica, corresponde al Obispo diocesano dictar normas sobre la catequesis y procurar que se disponga de instrumentos adecuados para la misma, incluso elaborando un catecismo, si parece oportuno; así como fomentar y coordinar las iniciativas catequísticas.

“El Concilio Vaticano II pone de relieve la importancia eminente que, en el ministerio episcopal, tiene el anuncio y la transmisión del Evangelio: «Entre las principales tareas de los obispos destaca la predicación del Evangelio». En la realización de esta tarea los obispos son, ante todo, «pregoneros de la fe», tratando de ganar nuevos discípulos para Cristo y son, al mismo tiempo, «maestros auténticos», transmitiendo al pueblo que se les ha encomendado la fe que ha de profesar y vivir. En el ministerio profético de los obispos, el anuncio misionero y la catequesis son dos aspectos íntimamente unidos. Para desempeñar esta función los obispos reciben «el carisma cierto de la verdad».
Los obispos son «los primeros responsables de la catequesis, los catequistas por excelencia». En la historia de la Iglesia es patente el papel preponderante de grandes y santos obispos que marcan, con sus iniciativas y sus escritos, el período más floreciente de la institución catecumenal. Concebían a la catequesis como una de las tareas básicas de su ministerio.
Esta preocupación por la actividad catequética llevará al obispo a asumir «la alta dirección de la catequesis» en la Iglesia particular, lo que implica entre otras cosas:
– Asegurar en su Iglesia la prioridad efectiva de una catequesis activa y eficaz, «promoviendo la participación de las personas, de los medios e instrumentos, así como de los recursos económicos necesarios».
– Ejercer la solicitud por la catequesis con una intervención directa en la transmisión del Evangelio a los fieles, velando al mismo tiempo por la autenticidad de la confesión de fe y por la calidad de los textos e instrumentos que deban utilizarse.
– «Suscitar y mantener una verdadera mística de la catequesis, pero una mística que se encarne en una organización adecuada y eficaz», actuando con el convencimiento profundo de la importancia de la catequesis para la vida cristiana de una Diócesis.
– Cuidar de que «los catequistas se preparen de la forma debida para su función, de suerte que conozcan con claridad la doctrina de la Iglesia y aprendan teórica y prácticamente las leyes psicológicas y las disciplinas pedagógicas».
– Establecer en la diócesis un proyecto global de catequesis, articulado y coherente, que responda a las verdaderas necesidades de los fieles y que esté convenientemente ubicado en los planes pastorales diocesanos. Tal proyecto ha de estar coordinado, igualmente, en su desarrollo, con los planes de la Conferencia episcopal.”(DGC nn. 222 – 223)

“Me dirijo ante todo a vosotros, mis Hermanos Obispos: el Concilio Vaticano II ya os recordó explícitamente vuestra tarea en el campo catequético,(113) y los Padres de la IV Asamblea general del Sínodo lo subrayaron expresamente.
En el campo de la catequesis tenéis vosotros, queridísimos Hermanos, una misión particular en vuestras Iglesias: en ellas sois los primeros responsables de la catequesis, los catequistas por excelencia. Lleváis también con el Papa en el espíritu de la colegialidad episcopal, el peso de la catequesis en la Iglesia entera. Permitid, pues que os hable con el corazón en la mano.
Sé que el ministerio episcopal que tenéis encomendado es cada día más complejo y abrumador. Os requieren mil compromisos, desde la formación de nuevos sacerdotes, a la presencia activa en medio de las comunidades de fieles, desde la celebración viva y digna del culto y de los sacramentos, a la solicitud por la promoción humana y por la defensa de los derechos del hombre. Pues bien, ¡que la solicitud por promover una catequesis activa y eficaz no ceda en nada a cualquier otra preocupación. Esta solicitud os llevará a transmitir personalmente a vuestros fieles la doctrina de vida. Pero debe llevaros también a haceros cargo en vuestras diócesis, en conformidad con los planes de la Conferencia episcopal a la que pertenecéis, de la alta dirección de la catequesis, rodeándoos de colaboradores competentes y dignos de confianza. Vuestro cometido principal consistirá en suscitar y mantener en vuestras Iglesias una verdadera mística de la catequesis, pero una mística que se encarne en una organización adecuada y eficaz, haciendo uso de las personas, de los medios e instrumentos, así como de los recursos necesarios. Tened la seguridad de que, si funciona bien la catequesis en las Iglesias locales, todo el resto resulta más fácil. Por lo demás —¿hace falta decíroslo?— vuestro celo os impondrá eventualmente la tarea ingrata de denunciar desviaciones y corregir errores, pero con mucha mayor frecuencia os deparará el gozo y el consuelo de proclamar la sana doctrina y de ver cómo florecen vuestras Iglesias gracias a la catequesis impartida como quiere el Señor.” (CT 63)

“98. Los Obispos son los primeros catequistas, los catequistas por excelencia (DGC 222).
99. Entre las funciones propias del obispo para asumir la “alta dirección de la catequesis” (CT 63c) se pueden señalar las siguientes, tomadas del propio Directorio (N° 223):
a) ejercer la solicitud por la catequesis con una intervención directa en la transmisión del Evangelio a los fieles, promoviendo la participación, los medios y los recursos económicos;
b) velar por la calidad de los textos e instrumentos que deban utilizarse;
c) cuidar que “los catequistas se preparen de la forma debida para su función” (CD 14b; CIC 780);
d) establecer en la diócesis un proyecto global de catequesis, articulado y coherente, que responda a las verdaderas necesidades de los fieles y que esté convenientemente ubicado en los planes pastorales diocesanos. Este plan debe estar coordinado con los de la Conferencia Episcopal.
134. Organice el Obispo en cada diócesis el Secretariado Catequístico conformado por un equipo pastoral que, en comunión con el obispo, promueva y coordine la catequesis. Este equipo, antes de recibir su nombramiento o ejercer su cargo, recibirá la adecuada preparación catequética que lo capacite para ejercer con propiedad su misión.
135. Asuma el Obispo, en su diócesis, e implemente la catequesis como un proceso en el que se destaque la Iniciación Cristiana, antes y después del Bautismo, tanto de los adultos como de los niños, adolescentes y jóvenes, según las orientaciones pastorales del Concilio Plenario de Venezuela.
136. Garanticen los Obispos que, en los Seminarios y otros centros de formación , se tenga la preparación catequética de los futuros sacerdotes, con el estudio general de las ciencias catequéticas, del Catecismo de la Iglesia Católica, del Directorio General para la Catequesis, y de las orientaciones y normas propias de la Conferencia Episcopal Venezolana. Los candidatos al sacerdocio, oportunamente, deberán ser evaluados sobre el Directorio General de Catequesis y sobre la práctica pastoral de la catequesis.
137. Incluyan los Obispos, en el plan de formación de los diáconos permanentes, la adecuada capacitación teórico-práctica para la catequesis.
138. Incentiven los Obispos a los superiores religiosos para que en la formación de los candidatos a la vida consagrada se tenga una adecuada preparación catequística, acompañada de su práctica, según las orientaciones de la Iglesia en Venezuela.
139. Exija el Obispo en cada diócesis, como condición para ser catequista, el poseer la formación necesaria y adecuada para este ministerio.” (Concilio Plenario de Venezuela, documento La Catequesis)

b) El Párroco.
En los documentos, generalmente se habla del presbítero, pero, quien tiene una misión específica por parte de la Iglesia es aquel que detenta la carga de párroco. Citaré algunos textos:

Can. 777 Procure el párroco especialmente, teniendo en cuenta las normas dictadas por el Obispo diocesano:
1) que se imparta una catequesis adecuada para la celebración de los sacramentos;
2) que los niños se preparen bien para recibir por primera vez los sacramentos de la penitencia, de la santísima Eucaristía y de la confirmación, mediante una catequesis impartida durante el tiempo que sea conveniente;
3) que los mismos, después de la primera comunión, sean educados con una formación catequética más amplia y profunda;
4) que, en la medida que lo permita su propia condición, se dé formación catequética también a los disminuidos físicos o psíquicos;
5) que, por diversas formas y actividades, la fe de los jóvenes y de los adultos se fortalezca, ilustre y desarrolle.

Can. 528 § 1. El párroco está obligado a procurar que la palabra de Dios se anuncie en su integridad a quienes viven en la parroquia; cuide por tanto de que los fieles laicos sean adoctrinados en las verdades de la fe, sobre todo mediante la homilía, que ha de hacerse los domingos y fiestas de precepto, y la formación catequética; ha de fomentar las iniciativas con las que se promueva el espíritu evangélico, también por lo que se refiere a la justicia social; debe procurar de manera particular la formación católica de los niños y de los jóvenes y esforzarse con todos los medios posibles, también con la colaboración de los fieles, para que el mensaje evangélico llegue igualmente a quienes hayan dejado de practicar o no profesen la verdadera fe.

“En cuanto a vosotros, sacerdotes, aquí tenéis un campo en el que sois los colaboradores inmediatos de vuestros Obispos. El Concilio os ha llamado «educadores de la fe»: ¿Cómo serlo más cabalmente que dedicando lo mejor de vuestros esfuerzos al crecimiento de vuestras comunidades en la fe? Lo mismo si tenéis un cargo parroquial que si sois capellanes en una escuela, instituto o universidad, si sois responsables de la pastoral a cualquier nivel o animadores de pequeñas o grandes comunidades, pero sobre todo de grupos de jóvenes, la Iglesia espera de vosotros que no dejéis nada por hacer con miras a una obra catequética bien estructurada y bien orientada. Los diáconos y demás ministros que pueda haber en torno vuestro son vuestros cooperadores natos. Todos los creyentes tienen derecho a la catequesis; todos los pastores tienen el deber de impartirla. A las autoridades civiles pediremos siempre que respeten la libertad de la enseñanza catequética; a vosotros, ministros de Jesucristo, os suplico con todas mis fuerzas: no permitáis que, por una cierta falta de celo, como consecuencia de alguna idea inoportuna, preconcebida, los fieles se queden sin catequesis. Que no se pueda decir: «los pequeñuelos piden pan y no hay quien se lo parta».” (CT 64)

“Más en concreto, destacan como tareas propias del presbítero en la catequesis, y particularmente del párroco, las siguientes:
– suscitar en la comunidad cristiana el sentido de la común responsabilidad hacia la catequesis, como tarea que a todos atañe, así como el reconocimiento y aprecio hacia los catequistas y su misión;
– cuidar la orientación de fondo de la catequesis y su adecuada programación, contando con la participación activa de los propios catequistas, y tratando de que esté «bien estructurada y bien orientada»;
– fomentar y discernir vocaciones para el servicio catequético y, como catequista de catequistas, cuidar la formación de éstos, dedicando a esta tarea sus mejores desvelos;
– integrar la acción catequética en el proyecto evangelizador de la comunidad y cuidar, en particular, el vínculo entre catequesis, sacramentos y liturgia;
– garantizar la vinculación de la catequesis de su comunidad con los planes pastorales diocesanos, ayudando a los catequistas a ser cooperadores activos de un proyecto diocesano común.
La experiencia atestigua que la calidad de la catequesis de una comunidad depende, en grandísima parte, de la presencia y acción del sacerdote.” (DGC 225)

c) Los padres.
Desde el momento del bautismo, e inclusive antes, desde el momento en que contraen matrimonio, los padres son los primeros que adquieren delante de Dios el compromiso de educar cristianamente a sus hijos. He aquí algunos textos donde la Iglesia recuerda ese sagrado derecho deber que tienen los padres cristianos:

“En el deber de transmitir la vida humana y de educarla, lo cual hay que considerar como su propia misión, los cónyuges saben que son cooperadores del amor de Dios Creador y como sus intérpretes. Por eso, con responsabilidad humana y cristiana cumplirán su misión y con dócil reverencia hacia Dios se esforzarán ambos, de común acuerdo y común esfuerzo, por formarse un juicio recto, atendiendo tanto a su propio bien personal como al bien de los hijos, ya nacidos o todavía por venir, discerniendo las circunstancias de los tiempos y del estado de vida tanto materiales como espirituales, y, finalmente, teniendo en cuanta el bien de la comunidad familiar, de la sociedad temporal y de la propia Iglesia. Este juicio, en último término, deben formarlo ante Dios los esposos personalmente. En su modo de obrar, los esposos cristianos sean conscientes de que no pueden proceder a su antojo, sino que siempre deben regirse por la conciencia, lo cual ha de ajustarse a la ley divina misma, dóciles al Magisterio de la Iglesia, que interpreta auténticamente esta ley a la luz del Evangelio. Dicha ley divina muestra el pleno sentido del amor conyugal, lo protege e impulsa a la perfección genuinamente humana del mismo.” (Constitución Pastoral Gaudium et Spes, n. 63)

Can. 774 § 1. La solicitud por la catequesis, bajo la dirección de la legítima autoridad eclesiástica, corresponde a todos los miembros de la Iglesia en la medida de cada uno.
§ 2. Antes que nadie, los padres están obligados a formar a sus hijos en la fe y en la práctica de la vida cristiana, mediante la palabra y el ejemplo; y tienen una obligación semejante quienes hacen las veces de padres, y los padrinos.

“El testimonio de vida cristiana, ofrecido por los padres en el seno de la familia, llega a los niños envuelto en el cariño y el respeto materno y paterno. Los hijos perciben y viven gozosamente la cercanía de Dios y de Jesús que los padres manifiestan, hasta tal punto, que esta primera experiencia cristiana deja frecuentemente en ellos una huella decisiva que dura toda la vida. Este despertar religioso infantil en el ambiente familiar tiene, por ello, un carácter «insustituible».
Esta primera iniciación se consolida cuando, con ocasión de ciertos acontecimientos familiares o en fiestas señaladas, «se procura explicitar en familia el contenido cristiano o religioso de esos acontecimientos». Esta iniciación se ahonda aún más si los padres comentan y ayudan a interiorizar la catequesis más sistemática que sus hijos, ya más crecidos, reciben en la comunidad cristiana. En efecto, «la catequesis familiar precede, acompaña y enriquece toda otra forma de catequesis». (DGC 226)

“Los padres de familia son los primeros educadores en la fe. Junto a los padres, sobre todo en determinadas culturas, todos los componentes de la familia tienen una intervención activa en orden a la educación de los miembros más jóvenes. Conviene determinar, de modo más concreto, en qué sentido la comunidad cristiana familiar es «lugar» de catequesis.
La familia ha sido definida como una «Iglesia doméstica», lo que significa que en cada familia cristiana deben reflejarse los diversos aspectos o funciones de la vida de la Iglesia entera: misión, catequesis, testimonio, oración... La familia, en efecto, al igual que la Iglesia, «es un espacio donde el Evangelio es transmitido y desde donde éste se irradia».
La familia como «lugar» de catequesis tiene un carácter único: transmite el Evangelio enraizándolo en el contexto de profundos valores humanos. Sobre esta base humana es más honda la iniciación en la vida cristiana: el despertar al sentido de Dios, los primeros pasos en la oración, la educación de la conciencia moral y la formación en el sentido cristiano del amor humano, concebido como reflejo del amor de Dios Creador y Padre. Se trata, en suma, de una educación cristiana más testimonial que de la instrucción, más ocasional que sistemática, más permanente y cotidiana que estructurada en períodos. En esta catequesis familiar resulta siempre muy importante la aportación de los abuelos. Su sabiduría y su sentido religioso son, muchas veces, decisivos para favorecer un clima verdaderamente cristiano.” (DGC 255)

d) Los catequistas laicos.
“En nombre de toda la Iglesia quiero dar las gracias a vosotros, catequistas parroquiales, hombres y, en mayor número aún, mujeres, que en todo el mundo os habéis consagrado a la educación religiosa de numerosas generaciones de niños. Vuestra actividad, con frecuencia humilde y oculta, mas ejercida siempre con celo ardiente y generoso, es una forma eminente de apostolado seglar, particularmente importante allí donde, por distintas razones, los niños y los jóvenes no reciben en sus hogares una formación religiosa conveniente. En efecto, ¿cuántos de nosotros hemos recibido de personas como vosotros las primeras nociones de catecismo y la preparación para el sacramento de la reconciliación, para la primera comunión y para la confirmación? La IV Asamblea general del Sínodo no os ha olvidado. Con ella os animo a proseguir vuestra colaboración en la vida de la Iglesia.
Pero el título de «catequista» se aplica por excelencia a los catequistas de tierras de misión. Habiendo nacido en familias ya cristianas o habiéndose convertido un día al cristianismo e instruidos por los misioneros o por otros catequistas, consagran luego su vida, durante largos años, a catequizar a los niños y adultos de sus países. Sin ellos no se habrían edificado Iglesias hoy día florecientes. Me alegro de los esfuerzos realizados por la S. Congregación para la Evangelización de los Pueblos con miras a perfeccionar cada vez más la formación de esos catequistas. Evoco con reconocimiento la memoria de aquellos a quienes el Señor llamó ya a Sí. Pido la intercesión de aquellos a quienes mis predecesores elevaron a la gloria de los altares. Aliento de todo corazón a los que ahora están entregados a esa obra. Deseo que otros muchos los releven y que su número se acreciente en favor de una obra tan necesaria para la misión.” (CT 66)

“La acción catequética de los fieles laicos tiene, también, un carácter peculiar debido a su particular condición en la Iglesia: «el carácter secular es propio de los laicos». Los laicos ejercen la catequesis desde su inserción en el mundo, compartiendo todo tipo de tareas con los demás hombres y mujeres, aportando a la transmisión del Evangelio una sensibilidad y unas connotaciones específicas: «esta evangelización... adquiere una nota específica por el hecho de que se realiza dentro de las comunes condiciones de la vida en el mundo».
En efecto, al vivir la misma forma de vida que aquellos a quienes catequizan, los catequistas laicos tienen una especial sensibilidad para encarnar el Evangelio en la vida concreta de los seres humanos. Los propios catecúmenos y catequizandos pueden encontrar en ellos un modelo cristiano cercano en el que proyectar su futuro como creyentes.
La vocación del laico para la catequesis brota del sacramento del Bautismo, es robustecida por el sacramento de la Confirmación, gracias a los cuales participa de la «misión sacerdotal, profética y real de Cristo». Además de la vocación común al apostolado, algunos laicos se sienten llamados interiormente por Dios para asumir la tarea de ser catequistas. La Iglesia suscita y discierne esta llamada divina y les confiere la misión de catequizar. El Señor Jesús invita así, de una forma especial, a hombres y mujeres, a seguirle precisamente en cuanto maestro y formador de discípulos. Esta llamada personal de Jesucristo, y la relación con El, son el verdadero motor de la acción del catequista. «De este conocimiento amoroso de Cristo es de donde brota el deseo de anunciarlo, de evangelizar, y de llevar a otros al "sí" de la fe en Jesucristo».
Sentirse llamado a ser catequista y recibir de la Iglesia la misión para ello, puede adquirir, de hecho, grados diversos de dedicación, según las características de cada uno. A veces, el catequista sólo puede ejercer este servicio de la catequesis durante un período limitado de su vida, o incluso de modo meramente ocasional, aunque siempre como un servicio y una colaboración preciosa. No obstante, la importancia del ministerio de la catequesis aconseja que en la diócesis exista, ordinariamente, un cierto número de religiosos y laicos, estable y generosamente dedicados a la catequesis, reconocidos públicamente por la Iglesia, y que —en comunión con los sacerdotes y el Obispo— contribuyan a dar a este servicio diocesano la configuración eclesial que le es propia.” (DGC 230 – 231)

III.- El contenido de la catequesis.

a) Los cuatro pilares de la catequesis. Los “ejes trasversales”.
Ya desde los años 80 existía en medio de la Comisión que redactaba el Catecismo de la Iglesia Católica, la conciencia que la catequesis debía fundamentarse sobre los cuatro pilares de creer, crecer, vivir y orar, o lo que es lo mismo: verdades que hemos de creer, sacramentos que hemos de recibir, mandamientos que hemos de cumplir y oraciones que hemos de rezar[12].
No obstante esta elección, hay otros elementos que deben formar parte del contenido a modo de ejes trasversales[13], que estén presentes en todo el contenido catequético, a saber, la Tradición y la Sagrada Escritura como sus fuentes, y como criterios debe ser: cristocéntrica, eclesial, inculturada, orgánica y significativa[14].

b) Características de toda catequesis.
Me limito a citar la CT nº 21:
Frente a las dificultades prácticas, hay que subrayar algunas características de esta enseñanza:
– debe ser una enseñanza sistemática, no improvisada, siguiendo un programa que le permita llegar a un fin preciso;
– una enseñanza elemental que no pretenda abordar todas las cuestiones disputadas ni transformarse en investigación teológica o en exégesis científica;
– una enseñanza, no obstante, bastante completa, que no se detenga en el primer anuncio del misterio cristiano, cual lo tenemos en el kerigma;
– una iniciación cristiana integral, abierta a todas las esferas de la vida cristiana.
Sin olvidar la importancia de múltiples ocasiones de catequesis, relacionadas con la vida personal, familiar, social y eclesial, que es necesario aprovechar y sobre las que os remito al capítulo VI, insisto en la necesidad de una enseñanza cristiana orgánica y sistemática, dado que desde distintos sitios se intenta minimizar su importancia.

IV.- El Concilio Plenario Nacional.
El documento nº 4, titulado La Catequesis, del Concilio Plenario de Venezuela sigue básicamente los esquemas de las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano: ver, juzgar, actuar. En el desarrollo doctrinal sigue fundamentalmente la CT y el DGC.
En líneas generales, el documento tiene tres ideas generales:
1) El modelo de catequesis es el de la catequesis de adultos.
2) Hace un delineamiento del perfil del catequista, que a mi juicio, es uno de los puntos mejor logrado del documento.
3) Los itinerarios catequísticos.

Me permito hacer una crítica, sobre todo en este último punto. Se nota a todas luces que la Comisión redactora de este documento tenía en mente imponer este modelo de catequesis. Esto queda evidente ya casi desde el inicio:
Este documento responde a los siguientes núcleos problemáticos: a) la constatación del divorcio entre fe y vida en un ambiente secularizado; b) la ignorancia religiosa que debilita la práctica cristiana; c) la ausencia de itinerarios para la iniciación cristiana. Por tal razón, se siente la necesidad de una catequesis renovada, entendida como proceso integral de maduración en la fe.(nº 5)
El modelo de itinerarios catequísticos no es nuevo. Tiene ya años y es de origen europeo. Responde a una iniciativa para acercar más a los niños y jóvenes a la Iglesia prolongando el tiempo de catequesis para recibir los sacramentos de iniciación cristiana. Esta experiencia ha decaído, más aún, se encuentra totalmente en desuso en el ambiente donde nació porque, entre otras cosas, los resultados fueron nefastos. Hoy un concilio Plenario quiere imponerlos en Venezuela.
A mi juicio sería un error no solo por la experiencia fallida, sino que además, iría en contra de un principio fundamental de toda acción catequética: la enseñanza de la fe en función de los destinatarios. Un itinerario catequístico para toda Venezuela es ignorar la realidad variopinta de nuestra nación que el documento mismo reconoce:
La inculturación de la fe es un desafío para la catequesis en Venezuela. Entre otras cosas, este desafío exige tener en cuenta al hombre y mujer venezolanos en sus condiciones socio-religiosas concretas: no presuponer la fe, tomar en cuenta la falta de información básica incluso de cristianos muy consecuentes, tomar en cuenta la cultura popular, asumir que “las situaciones históricas y las aspiraciones auténticamente humanas forman parte indispensable del contenido de la Catequesis” (Med, Catequesis, 6), revisar constantemente el lenguaje de la catequesis, educar a los fieles en la valoración de nuestro patrimonio cultural católico (Cf. DGC 109-110).(Nº 76 del documento)
Finalmente, no se resuelve una controversia teológico – pastoral: qué se recibe primero, ¿la Eucaristía o la Confirmación?[15]

V.- Elementos para tomar en cuenta para una catequesis parroquial.

a) Una adecuada planificación.
El Código de Derecho Canónico ya delinea lo que debe tomarse en cuenta para que una catequesis sea efectiva:

Can. 779 Se ha de dar la formación catequética empleando todos aquellos medios, material didáctico e instrumentos de comunicación social que sean más eficaces para que los fieles, de manera adaptada a su modo de ser, capacidad, edad y condiciones de vida, puedan aprender la doctrina católica de modo más completo y llevarla mejor a la práctica.

La experiencia aconseja, antes que nada, crear una coordinación de catequesis. Los mismos criterios que se presentan para una coordinación diocesana valen también para una parroquia:
“La coordinación de la catequesis es una tarea importante en una Iglesia particular. En esa coordinación se pueden considerar dos vertientes:
– una interior a la catequesis misma, entre las diversas formas de catequesis dirigidas a las diferentes edades y ambientes sociales;
– y otra referida a la vinculación de la catequesis con otras formas del ministerio de la Palabra y con otras acciones evangelizadoras.
La coordinación de la catequesis no es un asunto meramente estratégico, en orden a una mayor eficacia de la acción evangelizadora, sino que tiene una dimensión teológica de fondo. La acción evangelizadora debe estar bien coordinada porque toda ella apunta a la unidad de la fe que sostiene todas las acciones de la Iglesia.
En este apartado se considera:
– la coordinación interna de la catequesis, con vistas a que la Iglesia particular ofrezca un servicio de catequesis unitario y coherente;
– la vinculación entre la acción misionera y la acción catecumenal, que se implican mutuamente, en el contexto de la «misión ad gentes» o de una «nueva evangelización»;
– la necesidad de una pastoral educativa bien coordinada, dada la multiplicidad de agentes educativos que inciden en unos mismos destinatarios, fundamentalmente niños y adolescentes.
El propio Concilio Vaticano II ha recomendado vivamente la coordinación de toda la acción pastoral para que resplandezca mejor la unidad de la Iglesia particular.” (DGC 272 – 273)

Toda planificación, además, debe tomar en cuenta:
1) El tiempo, no solo del proyecto de catequesis sino también de las sesiones.
2) Los recursos humanos y materiales, es decir, los catequistas, catecismos, locales, material didáctico.
3) Las actividades a realizar, sean didácticas o litúrgicas.
4) Tomando en cuenta a los destinatarios.

b) Formación de catequistas.
Esta formación no solo es inicial sino permanente:

Can. 780. Cuiden los Ordinarios del lugar de que los catequistas se preparen debidamente para cumplir bien su tarea, es decir, que se les dé una formación permanente, y que ellos mismos conozcan bien la doctrina de la Iglesia y aprendan teórica y prácticamente las normas propias de las disciplinas pedagógicas.

“Todos estos quehaceres nacen de la convicción de que cualquier actividad pastoral que no cuente para su realización con personas verdaderamente formadas y preparadas, pone en peligro su calidad. Los instrumentos de trabajo no pueden ser verdaderamente eficaces si no son utilizados por catequistas bien formados. Por tanto, la adecuada formación de los catequistas no puede ser descuidada en favor de la renovación de los textos y de una mejor organización de la catequesis.
En consecuencia, la pastoral catequética diocesana debe dar absoluta prioridad a la formación de los catequistas laicos. Junto a ello, y como elemento realmente decisivo, se deberá cuidar al máximo la formación catequética de los presbíteros, tanto en los planes de estudio de los seminarios como en la formación permanente. Se recomienda encarecidamente a los Obispos que esta formación sea exquisitamente cuidada.” (DGC 234)

Los ámbitos que debe abarcar son el doctrinal, espiritual, pedagógico y humano[16]. Ésta puede realizarse con encuentros semanales (con ocasión de la preparación del tema) con convivencias, semanas de actualización, etc.
Esta formación es importante puesto que una de las cosas que hay que desterrar de cualquier catequesis es que no se da un catecismo, se da catequesis y el catecismo es un instrumento. No se debe olvidar que quienes conocen mejor las circunstancias de los catequizandos y sus familias son los catequistas pues ellos son los que están más cercanos. Ellos conocen las carencias, las deficiencias, los peligros, las virtudes y oportunidades que pueden aprovecharse para una planificación de un proyecto de catequesis.
Si se quiere ser riguroso, la catequesis parte también de la convicción personal del catequista[17], por lo que no se puede dejar de lado este aspecto.

c) Formación o catequesis para los padres.
A continuación, presentaré algunos textos donde se resalta este aspecto importante de la catequesis sobre todo de iniciación cristiana:

“La aparición de estas actitudes debe ir acompañada de la educación para la oración. El niño debe aprender a invocar a Dios que nos ama y nos conserva; a Jesús Hijo de Dios y hermano nuestro que nos conduce al Padre; al Espíritu Santo que habita en nosotros y a María, Madre de Jesús y Madre nuestra. Si estas bases llegan a faltar, es necesario que la catequesis descubra si hay y cuáles son las deficiencias y cómo se podrán remediar. Mediante una formación adecuada se ayudará a los padres cristianos a realizar su tarea educativa de una manera más apropiada y adaptada; esta formación aún impartida de una manera sencilla y adaptada a su cultura, debe confiarse a educadores competentes. Esta obligación, propia de los pastores, no debe ser considerada por ellos como de supererogación: cuando se ayuda a los padres a cumplir bien su misión, se edifica la Iglesia, además de que este trabajo es una magnífica ocasión para la catequesis de adultos” (DCG nº 78)

“Los padres reciben en el sacramento del matrimonio la gracia y la responsabilidad de la educación cristiana de sus hijos, a los que testifican y transmiten a la vez los valores humanos y religiosos. Esta acción educativa, a un tiempo humana y religiosa, es un «verdadero ministerio» por medio del cual se transmite e irradia el Evangelio hasta el punto de que la misma vida de familia se hace itinerario de fe y escuela de vida cristiana. Incluso, a medida que los hijos van creciendo, el intercambio es mutuo y, «en un diálogo catequético de este tipo, cada uno recibe y da».
Por ello es preciso que la comunidad cristiana preste una atención especialísima a los padres. Mediante contactos personales, encuentros, cursos e, incluso, mediante una catequesis de adultos dirigida a los padres, ha de ayudarles a asumir la tarea, hoy especialmente delicada, de educar en la fe a sus hijos. Esto es aún más urgente en los lugares en los que la legislación civil no permite o hace difícil una libre educación en la fe. En estos casos, la «iglesia doméstica» es, prácticamente, el único ámbito donde los niños y los jóvenes pueden recibir una auténtica catequesis.” (DGC nº 227)

“Nº 115. Garantizar la catequesis de los padres y representantes con ocasión de la iniciación cristiana de sus hijos.” (CPV, La Catequesis)

Esta formación no solo debe abarcar el aspecto doctrinal, sino también el humano y deberá tener en cuenta el modo en cómo hacerlos crecer en su vida espiritual. Los medios para lograr esto serían reuniones periódicas, guiadas por los mismos catequistas, cuidando todos los elementos para que sea un momento agradable.

d) Adecuación litúrgica.
Sobre todo para la catequesis de iniciación cristiana de niños y adolescentes deben ir comprendiendo y asimilando cada una de las partes y de las respuestas que se usan en las celebraciones litúrgicas, especialmente la santa Misa. Esta última debe adecuarse a ellos sin modificarla: en los cantos, en la homilía, en la participación (lecturas, oración de los fieles, moniciones, procesión de ofrendas)
Para el sacramento de la penitencia es importante no solo una buena catequesis sino invitar, sobre todo a los que se inician, a participar reiteradamente antes de recibir otro sacramento.
Finalmente, no se debe olvidar hacer vivir los tiempos litúrgicos, de tal modo que no sea extraño ciertos elementos de la liturgia que van cambiando a lo largo del año.

e) La piedad popular.
Además de ser “lugar” de catequesis, es una ocasión maravillosa para que los catequizandos conozcan el significado y contenido religioso, trascendiendo lo folklórico.

VI.- Consideraciones finales.
No es de aplicación inmediata. Como cualquier otro proyecto para que tenga éxito debe existir un convencimiento de todos los actores, principalmente del párroco y de los catequistas.
La pedagogía y la didáctica deben ser aplicadas también en la formación de los catequistas y de los papás.
Es importante que toda la parroquia sepa qué se hace en la catequesis, de tal modo que todos ellos colaboren y faciliten el proyecto.
No se debe olvidar que una vez finalizado el proyecto hay que hacer un seguimiento de tal modo que lo recibido no perezca.
Muchas gracias por su paciencia.

[1] De ahora en adelante se citará con las siglas CT.
[2] Cf. CT 17
[3] Cf. Ibíd. 18 – 19.
[4] En este particular, véase CT 18 y 19; el Directorio Catequístico General (en adelante DCG) nn. 10 – 18.
[5] CT 47
[6] CT 67
[7] Ibíd. Cf. también Directorio General de Catequesis (en adelante DGC) nn. 257 – 258.
[8] CT 67
[9] CT 19
[10] Ibíd.
[11] CT 20
[12] Cf. Costitución Apostólica Fidei Depositum nº 3; Catecismo de la Iglesia Católica nº 13, DGC nº 85
[13] Los ejes trasversales es una aplicación de la educación desde los años noventa. Consiste no en un contenido concreto sino en un elemento que debe estar presente en todos los contenidos. Un ejemplo tal vez ilustre: la ortografía no es un contenido pero todos los profesores deben estar atentos a que ésta sea cuidada en todas las asignaturas. En la catequesis no se habla concretamente de la Tradición pero ella debe estar presente siempre.
[14] Véase en particular DGC nº 97
[15] Es curiosa la redacción del Can. 777, 2º: “que los niños se preparen bien para recibir por primera vez los sacramentos de la penitencia, de la santísima Eucaristía y de la confirmación, mediante una catequesis impartida durante el tiempo que sea conveniente”
[16] Cf. DGC nº 237; CPV, La Catequesis, nn. 93 - 94
[17] CT 22

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